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De profesión: Es ver todas esas luces encendidas. Por eso lo hago.

Una vez, un anciano me contó un momento conmovedor de su infancia relacionado con el trabajo de su padre en la compañía eléctrica local. No puedo recordar quién era aquel hombre ni cómo surgió nuestra conversación, pero nunca perdí de vista la imagen mental que me pintó en aquella época.

Después de preguntarle a su padre por qué trabajaba tantas horas, por qué salía en mitad de la noche después de tormentas fuertes, por qué había que perderse comidas cuando la gente se quedaba sin luz, etc., el padre pensó que lo mejor era enseñárselo a su hijo en lugar de contárselo. 

Los dos se subieron a una camioneta y condujeron por el campo, hasta que aparcaron en la cima de una colina con vistas a la ciudad. Conversaron durante unos 20-30 minutos, nada más que una pequeña charla mientras el sol empezaba a ponerse. El padre pasó entonces a responder a su hijo:

"Tienes razón. Trabajo muchas horas. Mi trabajo me obliga a salir por la noche después de tormentas fuertes. De vez en cuando tengo que perderme comidas familiares. Pero, ¿ves esa casa de ahí y cómo se acaba de encender la luz del comedor? Bueno, la mamá y el papá acaban de terminar un largo día de trabajo. Acaban de instalarse con sus hijos. Necesitan luz para poder sentarse a la mesa a compartir una comida familiar".

"¿O qué me dice de esa luz del porche de ahí?". Hizo un gesto, teniendo que distinguir la única luz del porche de todas las demás que se encendían simultáneamente; "esa pareja se ha enfrentado recientemente a muchas adversidades; encuentran consuelo sentándose y meciéndose mientras disfrutan del aire fresco de la noche. Todas esas luces para todas esas familias requieren electricidad, sin la cual no podrían disfrutar del tiempo entre ellos".

"Así que, para responder a tu pregunta", continuó el padre, mientras el hijo no podía evitar fijarse en la ladera circundante y el valle que había debajo brillantemente iluminados, "es para ver cómo se encienden todas esas luces; por eso lo hago".

Personalmente, acabo de regresar a casa de un viaje misionero a Puerto Rico (con Campus Outreach Univ. South Alabama). Las comparaciones entre ese viaje y las respuestas del padre son muchas. Por un lado, la euforia que sentíamos cada vez que un nuevo converso declaraba "sí y amén" a la llamada del Evangelio. Esas oleadas por sí solas valían todo el coste de la entrada. Es como volver a vivir tu propia conversión... pero con la ventaja añadida de saber que su camino con Jesús será cada vez más dulce.

O presenciar cómo una alumna se adelantaba a regañadientes para preguntar a un completo desconocido: "¿puedo hablarle de mi Redentor Jesús y de la vez que se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor?". Una expresión que extrajo del Salmo 40 y expuso con valentía bajo la atenta mirada de sus compañeros. El factor de intimidación, recordó más tarde, fue "grande", pero sentir la complacencia de Dios sobre ella fue "mucho, mucho mayor".

La energía generada en esos espacios no es menos espectacular que la electricidad necesaria para iluminar una ciudad entera. Extenderme más desvelaría parte de nuestra experiencia, así que mejor me detengo aquí. Sin embargo, me gustaría ceder la última palabra a María Verde, estudiante de South Alabama y compañera de nuestro equipo:

¿Podría estar Dios llamándome a algún tipo de ministerio? Seguro que no, ese no soy yo, ese es mi hermano o mi hermana o mis cuñados. Soy callado, estudioso, no se me da bien enseñar y soy frío; eso no parece propio de una persona llamada al ministerio. Pero yo ya no soy así. Dios está llamando a cada cristiano y a mí a la evangelización. Ya sea como médico, ingeniero o ministro, ¡sólo quiero evangelizar el resto de mi vida con cualquier ocupación que el Señor tenga para mí!

Entonces, ¿por qué hacerlo? ¿Con qué fin se paga por recoger cosechas en un campo extranjero? Tendría que estar de acuerdo con aquel padre que trabajaba para la compañía eléctrica hace tiempo: "Es para ver cómo se encienden todas esas luces; por eso lo hacemos".

"No tengo mayor gozo que éste: oír que mis hijos andan en la verdad". - 3ª Juan 1:4

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