El epítome de San Valentín
George Shamblin2025-02-14T15:18:30+00:00
Tay una historia conmovedora sobre Bill y Glad Fowler, una pareja de Georgia que llevaba 72 años casada. Su matrimonio había abarcado desde la Gran Depresión hasta la vida moderna, un mundo que no se parecía en nada a aquel en el que habían crecido. Bill y Glad vivieron juntos en una residencia de ancianos en sus últimos años. Aunque tenían problemas de salud, rara vez se separaban. Pasaban los días sentados uno al lado del otro, cogidos de la mano, observando el mundo que les rodeaba. No eran de los que hacían grandes demostraciones de afecto, pero su vínculo era inconfundible para cualquiera que los viera. La salud de Bill empezó a declinar primero. En sus últimos días, estuvo postrado en cama y Glad le visitaba todos los días. A medida que su cuerpo se debilitaba, le costaba hablar, pero su rostro se iluminaba cuando ella entraba en la habitación. Las enfermeras decían que era la única persona capaz de comunicarse con él, incluso cuando su cuerpo y su mente empezaban a fallar.
Una noche, justo antes de que Bill falleciera, Glad le cogió de la mano. No hablaba mucho, sólo estaba sentada con él, como siempre hacía. A sus 100 años, ya había sobrevivido a la mayoría de sus amigos y familiares, pero la idea de perderle a él era diferente. Cuando Bill falleció de madrugada, ella no lloró. Se limitó a sentarse tranquilamente a su lado, con la mano aún cogida a la suya. Glad murió horas después en la misma habitación. Habían compartido una vida durante más de siete décadas y, al final, no pudieron separarse más que unas horas.
Cuando su familia recibió la noticia, no se sorprendió. Era el tipo de final que parecía adecuado para dos personas cuyas vidas habían estado tan profundamente entrelazadas. Su historia se hizo famosa como testimonio de un amor duradero, un amor que no requiere una atención o validación constantes, sino que persiste incluso en tiempos difíciles. Bill y Glad dejaron un legado de amor tranquilo y firme que resonó mucho más allá de su pequeña comunidad.
G¡ios te ama! Si Dios tuviera un refrigerador, tu foto estaría en él. Si Él tuviera una billetera, tu foto estaría en ella. Te envía flores cada primavera y un amanecer cada mañana. Siempre que quieras hablar, Él te escuchará. Él puede vivir en cualquier parte del universo, y eligió tu corazón. Y qué decir del regalo de Navidad que te envió en Belén, por no hablar de aquel viernes en el Calvario. Acéptalo, ¡Él está loco por ti! - anónimo
Una noche, justo antes de que Bill falleciera, Glad le cogió de la mano. No hablaba mucho, sólo estaba sentada con él, como siempre hacía. A sus 100 años, ya había sobrevivido a la mayoría de sus amigos y familiares, pero la idea de perderle a él era diferente. Cuando Bill falleció de madrugada, ella no lloró. Se limitó a sentarse tranquilamente a su lado, con la mano aún cogida a la suya. Glad murió horas después en la misma habitación. Habían compartido una vida durante más de siete décadas y, al final, no pudieron separarse más que unas horas.
Cuando su familia recibió la noticia, no se sorprendió. Era el tipo de final que parecía adecuado para dos personas cuyas vidas habían estado tan profundamente entrelazadas. Su historia se hizo famosa como testimonio de un amor duradero, un amor que no requiere una atención o validación constantes, sino que persiste incluso en tiempos difíciles. Bill y Glad dejaron un legado de amor tranquilo y firme que resonó mucho más allá de su pequeña comunidad.
G¡ios te ama! Si Dios tuviera un refrigerador, tu foto estaría en él. Si Él tuviera una billetera, tu foto estaría en ella. Te envía flores cada primavera y un amanecer cada mañana. Siempre que quieras hablar, Él te escuchará. Él puede vivir en cualquier parte del universo, y eligió tu corazón. Y qué decir del regalo de Navidad que te envió en Belén, por no hablar de aquel viernes en el Calvario. Acéptalo, ¡Él está loco por ti! - anónimo
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